¿La Biblia respalda la preexistencia de Jesús?

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La pregunta sobre si la Biblia respalda la preexistencia de Jesús es un tema de debate y estudio dentro del cristianismo. Muchos creyentes consideran que Jesús existía antes de su nacimiento humano y encuentran bases bíblicas para respaldar esta creencia. A lo largo de los Evangelios y las Epístolas, hay referencias explícitas e implícitas que sugieren que Jesús era más que un simple hombre. Además, las acciones de Jesús, sus enseñanzas y sus milagros revelan su identidad divina y su preexistencia. En este artículo, exploraremos detalladamente dichas referencias y evidencias, demostrando que la Biblia respalda la preexistencia de Jesús.

Referencias explícitas de la preexistencia de Jesús en los Evangelios

En los Evangelios, encontramos diversas referencias explícitas que respaldan la preexistencia de Jesús antes de su nacimiento humano. Un ejemplo claro es en el Evangelio de Juan, donde se afirma que «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Aquí, «el Verbo» se refiere a Jesús, quien existía antes de la creación del mundo y estaba con Dios en unidad divina.

En otro pasaje de Juan, Jesús mismo afirmó su preexistencia cuando dijo: «Antes que Abraham existiera, yo soy» (Juan 8:58). Esta declaración causó la indignación de los líderes judíos en ese momento, ya que implica que Jesús es eterno y existía antes de la vida terrenal de Abraham.

Asimismo, en el Evangelio de Mateo, Jesús declaró: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Esta declaración implica que Jesús tenía una existencia previa, ya que hizo referencia a su venida a la tierra con un propósito específico.

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Referencias implícitas de la preexistencia de Jesús en los Evangelios

Además de las referencias explícitas, también encontramos varias referencias implícitas en los Evangelios que respaldan la preexistencia de Jesús antes de su nacimiento humano. Por ejemplo, en el Evangelio de Lucas, se menciona el anuncio del ángel Gabriel a María sobre su embarazo milagroso: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1:35). Esta declaración implica que Jesús existía antes de su concepción y su venida a la tierra fue un evento sobrenatural.

Otra referencia implícita se encuentra en el pasaje de Mateo donde Jesús habla sobre su relación con el Padre: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11:27). Esta afirmación refleja una relación íntima y previa al nacimiento terrenal entre Jesús y el Padre.

Evidencia de la preexistencia de Jesús en las Epístolas

En las Epístolas, encontramos más evidencia de la preexistencia de Jesús. El apóstol Pablo escribió en su carta a los Colosenses: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:16). Esta afirmación deja claro que Jesús no solo existía antes de su nacimiento humano, sino que también fue el agente de la creación.

Además, en la carta a los Hebreos, se afirma que Jesús es el «resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia» (Hebreos 1:3). Esta declaración implica que Jesús es una manifestación directa de la naturaleza y esencia divina, respaldando así su preexistencia.

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Las acciones de Jesús que revelan su identidad divina y preexistencia

Las acciones realizadas por Jesús durante su ministerio terrenal también revelan su identidad divina y preexistencia. Por ejemplo, Jesús perdonó los pecados de las personas, algo que solo Dios puede hacer. En el Evangelio de Marcos, se relata el encuentro de Jesús con un paralítico al que declaró: «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Marcos 2:5). Esta declaración provocó la indignación de los líderes religiosos, ya que entendían que solo Dios podía perdonar los pecados.

Además, Jesús realizó milagros sobrenaturales que demostraban su poder y autoridad divina. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan, se registra el relato de la resurrección de Lázaro. Jesús, habiendo sido informado de la muerte de su amigo Lázaro, llegó al lugar y lo resucitó de entre los muertos (Juan 11:43-44). Este milagro no solo demostró el poder divino de Jesús, sino también su capacidad de dar vida y vencer la muerte.

Enseñanzas de Jesús sobre su preexistencia

Además de sus acciones, Jesús también enseñó directamente sobre su preexistencia antes de su encarnación. En el Evangelio de Juan, Jesús declaró: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35). Esta afirmación se refiere a su eternidad y su capacidad para satisfacer las necesidades espirituales de las personas.

En otro pasaje de Juan, Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12). Esta declaración revela que Jesús existía antes de su venida a la tierra como luz divina y que aquellos que lo siguen recibirán la vida eterna.

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Jesús también enseñó sobre su relación con el Padre en el Evangelio de Juan. En el capítulo 10, Jesús afirmó: «Yo y el Padre uno somos» (Juan 10:30). Esta declaración revela su unidad y coexistencia eterna con el Padre.

Adoración a Jesús como Dios y su implicación en su preexistencia

Otro aspecto significativo que respalda la preexistencia de Jesús es el hecho de que fue adorado como Dios durante su ministerio terrenal. En el Evangelio de Mateo, se registra un encuentro en el que unos sabios llegaron de Oriente a adorar al niño Jesús, reconociendo su divinidad y trayendo regalos de gran valor (Mateo 2:11).

Además, en el Evangelio de Juan, Jesús recibió adoración de sus discípulos. Después de la resurrección, Tomás exclamó: «¡Señor mío, y Dios mío!» (Juan 20:28), reconociendo la deidad de Jesús y su preexistencia divina.

Esta adoración a Jesús implica una creencia en su preexistencia y su identidad como el Hijo de Dios. La adoración a Jesús como Dios no solo respalda su preexistencia, sino también su naturaleza divina y su participación en la creación y redención del mundo.

Milagros realizados por Jesús como prueba de su preexistencia divina

Los milagros realizados por Jesús durante su ministerio terrenal también son una prueba de su preexistencia divina. Por ejemplo, Jesús caminó sobre el agua, calmó las tormentas y multiplicó los panes y los peces para alimentar a multitudes hambrientas. Estos actos sobrenaturales revelaron su poder y control sobre la creación, respaldando así su preexistencia y divinidad.

Además, Jesús sanó a los enfermos, liberó a los poseídos por demonios y resucitó a los muertos. Estas acciones demostraron su autoridad sobre la enfermedad, el mal y la muerte, revelando su identidad divina y su capacidad de trascender los límites humanos. Estos milagros no solo respaldan la preexistencia de Jesús, sino también su poder como Dios encarnado.

La autoridad de Jesús sobre la ley y su capacidad de resucitarse a sí mismo

Otra evidencia de la preexistencia de Jesús se encuentra en su autoridad sobre la ley y su capacidad de resucitarse a sí mismo. En el Sermón del Monte, Jesús afirmó: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir» (Mateo 5:17). Esta declaración muestra que Jesús, como la Palabra encarnada, tenía autoridad para interpretar y cumplir la ley divina, respaldando así su preexistencia y conocimiento eterno de la voluntad de Dios.

En cuanto a su resurrección, Jesús dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan 2:19). Aunque sus oyentes en ese momento pensaron que se refería al templo físico, Jesús estaba hablando de su propio cuerpo. Después de su crucifixión, resucitó de entre los muertos al tercer día, cumpliendo su declaración y demostrando su poder y autoridad divinos.

La resurrección de Jesús como confirmación de su preexistencia divina

Finalmente, la resurrección de Jesús es la confirmación definitiva de su preexistencia divina. En el Evangelio de Marcos, Jesús predijo su propia muerte y resurrección, y cumplió esa promesa al salir victorioso de la tumba (Marcos 10:33-34, 16:6). La resurrección de Jesús fue un evento sobrenatural que confirmó su identidad como el Hijo de Dios y demostró su preexistencia y poder divinos.

Además, la resurrección de Jesús es fundamental para la fe cristiana. El apóstol Pablo escribió: «Y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe» (1 Corintios 15:14). La resurrección de Jesús es el punto culminante de su ministerio y la prueba definitiva de su preexistencia divina.

Conclusión

La Biblia respalda claramente la preexistencia de Jesús antes de su nacimiento humano. Las referencias explícitas e implícitas en los Evangelios, la evidencia en las Epístolas, las acciones y enseñanzas de Jesús, su adoración como Dios, los milagros realizados y su autoridad sobre la ley, su capacidad de resucitarse a sí mismo y su propia resurrección son pruebas irrefutables de su identidad divina y preexistencia. La creencia en la preexistencia de Jesús es esencial para el cristianismo y es fundamental para nuestra comprensión de la obra redentora de Dios.

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