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En este artículo exploraremos la idea comúnmente aceptada de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios de ira, mientras que el Dios del Nuevo Testamento es un Dios de amor. Sin embargo, al examinar detenidamente la Biblia, descubriremos que esta noción es incorrecta. Dios se revela como un ser compasivo, amoroso y justo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. A lo largo de las Escrituras encontramos evidencia de la compasión y el amor de Dios, así como de su justicia. Además, veremos cómo la Biblia muestra la inmutabilidad del carácter de Dios y cómo su amor y misericordia se manifiestan a lo largo de todas las épocas.
Dios revelado en el Antiguo Testamento: compasión, amor y justicia
En el Antiguo Testamento, encontramos numerosos pasajes que hablan de la compasión y el amor de Dios. Por ejemplo, en el Salmo 103:8-9 se nos dice: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento para la ira y abundante en amor. No contendrá para siempre ni para siempre guardará su enojo». Estas palabras nos muestran que Dios es paciente y misericordioso, dispuesto a perdonar a aquellos que se arrepienten. A su vez, en el libro de Deuteronomio 7:9 se nos dice: «Conózcanlo, por tanto, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos hasta mil generaciones». Aquí vemos que Dios es fiel a su pacto y muestra misericordia a aquellos que le aman y obedecen sus mandamientos.
La compasión y lenta ira de Dios en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento podemos ver cómo Dios muestra compasión y lenta ira hacia su pueblo. Por ejemplo, en Números 14:18 encontramos estas palabras de Dios: «El Señor es lento para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la transgresión». Aquí vemos que Dios es paciente y perdona a aquellos que pecan, dándoles la oportunidad de arrepentirse.
Sin embargo, también encontramos que Dios muestra ira hacia aquellos que persisten en el pecado y rechazan su llamado al arrepentimiento. En el libro de Oseas, vemos cómo Dios expresa su ira contra Israel por su infidelidad y idolatría. A pesar de esto, Dios sigue mostrando su amor y misericordia al afirmar en Oseas 11:8: «¿Cómo puedo abandonarte, Israel? ¿Cómo puedo renunciar a ti? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma? ¿Cómo podré tratarte como a Zeboim? ¡Mi corazón se revuelve dentro de mí; mi compasión se enciende!» Aquí vemos que, a pesar de la ira de Dios, su amor y compasión por su pueblo no disminuyen.
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La ira de Dios revelada en el Nuevo Testamento
Aunque muchos piensan que la ira de Dios solo se revela en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento también habla de la ira de Dios contra el pecado. En el Evangelio de Juan 3:36, Jesús dice: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rechaza al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él». Aquí vemos claramente que la ira de Dios no es exclusiva del Antiguo Testamento, sino que también se manifiesta en el Nuevo Testamento.
Además, en el libro de Apocalipsis encontramos varias referencias a la ira de Dios. Por ejemplo, en el capítulo 6:16-17 se nos habla de la ira del Cordero, diciendo: «¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la ira del que está sentado en el trono y del Cordero! Porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse en pie?». Estos pasajes nos muestran que la ira divina es una realidad tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
La inmutabilidad de Dios: ¿cambia realmente su naturaleza?
A pesar de las aparentes diferencias en la forma en que se presenta Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento, es importante destacar que Dios mismo no cambia. En el libro de Malaquías 3:6 leemos: «Porque yo, el Señor, no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos». Este versículo nos muestra que Dios es inmutable, es decir, que no cambia en su naturaleza y carácter.
La aparente diferencia en la presentación de Dios en los dos testamentos se debe a la diferente revelación que Dios hace de sí mismo a lo largo de la historia. En el Antiguo Testamento vemos a un Dios que establece leyes y normas estrictas, y castiga el pecado con severidad. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, Dios se revela como Padre a través de Jesucristo, quien es la encarnación de su amor y misericordia. Aunque la forma en que Dios se muestra puede variar, su carácter y su esencia siguen siendo los mismos.
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La Biblia como un libro unificado que muestra el carácter constante de Dios
La Biblia, como un libro sagrado, muestra de manera coherente el carácter constante de Dios a lo largo de las escrituras. Aunque podemos ver diferentes aspectos de su naturaleza en cada testamento, estos aspectos no se contraponen, sino que se complementan. La Biblia nos presenta a un Dios compasivo, amoroso y justo.
Al leer la Biblia, notamos que a lo largo de sus páginas Dios revela su amor y su misericordia a través de su trato con los seres humanos. En el Antiguo Testamento, Dios muestra su amor y misericordia al brindar protección y provisión a su pueblo, al liberarlo de la esclavitud de Egipto y al guiarlo a la tierra prometida. En el Nuevo Testamento, Dios muestra su amor y misericordia al enviar a su Hijo Jesucristo para ofrecer salvación a toda la humanidad.
El amor y la misericordia de Dios a lo largo de toda la Escritura
A lo largo de toda la Escritura encontramos evidencia del amor y la misericordia de Dios hacia la humanidad. En el Salmo 136, encontramos repetidamente la frase «porque para siempre es su misericordia» después de cada declaración sobre los actos poderosos de Dios. Esto nos muestra que la misericordia de Dios es eterna y que se extiende a través de todas las generaciones.
Además, en el Evangelio de Juan 3:16 se nos dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna». Aquí vemos claramente el amor inmenso que Dios tiene por toda la humanidad, lo suficiente como para entregar a su propio Hijo para nuestra salvación. Este versículo es quizás uno de los más conocidos y citados en toda la Biblia, y nos muestra claramente el amor y la misericordia de Dios.
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Conclusión
Es incorrecto pensar que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios de ira mientras que el Dios del Nuevo Testamento es un Dios de amor. La Biblia nos muestra que Dios es compasivo, amoroso y justo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. A lo largo de las Escrituras, vemos evidencia de la compasión y el amor de Dios, así como de su justicia. También vemos que la ira de Dios se revela tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
La idea de que Dios cambia su naturaleza es incorrecta. Dios es inmutable en su carácter y esencia. Aunque su forma de mostrarse puede variar, su amor y misericordia son constantes a lo largo de toda la Escritura. La Biblia es un libro unificado que revela el carácter constante de Dios y muestra su amor y misericordia a lo largo de todas las épocas. Es importante recordar que Dios es compasivo, amoroso, justo y misericordioso en todo momento.