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En nuestro caminar espiritual, es natural que nos planteemos la pregunta: «¿Qué quiere Dios que haga?» A lo largo de la historia, la humanidad ha buscado incansablemente una respuesta a esta interrogante. Descubrir el propósito divino para nuestra vida puede ser una tarea desafiante, pero no imposible. En este artículo, exploraremos diferentes aspectos que nos ayudarán a comprender qué es lo que Dios desea de nosotros. Desde aceptar la salvación ofrecida por Dios a través de Jesús, hasta estudiar las Escrituras para conocer su voluntad, cada paso que tomemos nos acercará más a nuestro propósito divino. ¡Comencemos esta emocionante travesía en busca de la dirección de Dios en nuestras vidas!
Aceptando la salvación ofrecida por Dios a través de Jesús
Uno de los primeros pasos para descubrir qué quiere Dios que hagamos es aceptar la salvación que Él ofrece a través de Jesús. En la Biblia, encontramos en Juan 3:16 que «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». Esta es la base de nuestra fe como cristianos. Dios, en su inmenso amor, nos brinda la oportunidad de ser reconciliados con Él y tener una relación íntima con nuestro Creador. A través de la muerte y resurrección de Jesús, podemos recibir el perdón de nuestros pecados y experimentar la vida abundante que Dios tiene reservada para nosotros.
Al aceptar la salvación que Dios ofrece a través de Jesús, nos convertimos en sus hijos adoptivos. Esto implica una relación personal con nuestro Padre celestial, en la que podemos acudir a Él en oración, buscar su dirección y descansar en su amor incondicional. En este proceso, es esencial cultivar nuestra relación con Dios, creciendo en intimidad y conocimiento de su carácter. Para ello, dedicar tiempo diario a la oración, lectura de la Biblia y comunión con otros creyentes es fundamental.
Creciendo en nuestra relación con Dios
Una vez que hemos aceptado la salvación ofrecida por Dios a través de Jesús, debemos enfocarnos en crecer en nuestra relación con Él. Dios nos invita a acercarnos a Él con confianza, sabiendo que nuestra conexión con Dios es vital para descubrir qué quiere Él que hagamos.
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Una manera de fortalecer nuestra relación con Dios es mediante la oración, que es la comunicación directa con nuestro Padre celestial. La oración no solo nos ayuda a expresarle a Dios nuestras necesidades y anhelos, sino que también nos capacita para escuchar su voz y recibir sus instrucciones. Durante momentos de quietud y reflexión, podemos encontrar la guía que necesitamos, ya sea a través de la Palabra de Dios, un mensaje en nuestro corazón o la afirmación de una persona de confianza. Es importante recordar que el Espíritu Santo habita en nosotros y nos guía en todo momento.
Además de la oración, la lectura de la Biblia es crucial para crecer en nuestra relación con Dios. Las Escrituras son una fuente inagotable de sabiduría, consuelo y dirección divina. A medida que nos sumergimos en las palabras de Dios, descubrimos su carácter, sus promesas y su plan para nuestras vidas. La Biblia nos revela quiénes somos en Cristo y nos ayuda a entender mejor la voluntad de Dios. Es a través de la Palabra de Dios que podemos discernir los pasos que Él quiere que tomemos y vivir según su propósito.
Actuando con justicia
A medida que crecemos en nuestra relación con Dios, descubrimos que su deseo más profundo es que actuemos con justicia. La justicia es un valor fundamental en el corazón de Dios y es un reflejo de su propio carácter. En la Biblia, en Miqueas 6:8, Dios nos revela su voluntad al decir: «Ya se te ha declarado lo que es bueno. Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios». Estas palabras nos muestran claramente lo que Dios quiere que hagamos.
Actuar con justicia implica vivir de acuerdo con los estándares y principios de Dios. Significa tratar a los demás con equidad y respeto, buscando el bienestar común y luchando por la igualdad. Dios nos llama a ser agentes de cambio en un mundo injusto, defendiendo los derechos de los más vulnerables y promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades. Esto puede manifestarse de muchas formas, desde involucrarse en proyectos de justicia social hasta trabajar para erradicar la discriminación y la opresión.
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Es importante destacar que actuar con justicia no se limita solo a nuestras acciones externas, sino que también se refleja en nuestras actitudes y motivaciones internas. Dios nos invita a examinar nuestro corazón y nuestras intenciones, asegurándonos de que nuestras acciones estén impulsadas por el amor y la compasión. Al actuar con justicia, estamos llevando a cabo la voluntad de Dios y contribuyendo a la transformación de nuestro mundo.
Amando la misericordia
Otro aspecto fundamental en la voluntad de Dios para nuestras vidas es amar la misericordia. La misericordia es un atributo divino que se manifiesta en el perdón y la compasión hacia aquellos que han fallado o han sido heridos. Como hijos de Dios, se nos llama a reflejar su amor y misericordia en nuestras vidas diarias.
En Mateo 5:7, Jesús nos enseña: «Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Esta declaración de Jesús nos muestra la importancia que Dios otorga a la misericordia y nos anima a vivir de acuerdo con sus principios. Ser misericordiosos implica perdonar a aquellos que nos han lastimado, mostrar compasión hacia los necesitados y brindar ayuda a quienes lo necesiten.
En un mundo lleno de dolor y sufrimiento, amar la misericordia puede ser un desafío. Sin embargo, a través de la obra del Espíritu Santo en nosotros, podemos recibir la gracia y el poder para amar como Dios nos ama. Al practicar la misericordia, estamos demostrando el carácter de Cristo y compartiendo su amor con aquellos que nos rodean.
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Caminando humildemente con Dios
Un elemento esencial en el propósito divino para nuestras vidas es caminar humildemente con Dios. En Miqueas 6:8, Dios nos revela claramente lo que espera de nosotros: «Humillarte ante tu Dios». La humildad implica reconocer que somos dependientes de Dios, aceptar nuestra limitación y someternos a su voluntad.
Caminar humildemente con Dios significa rendir nuestra voluntad y nuestros deseos a Él, confiando en su sabiduría y dirección. Esto implica despojarnos de nuestro egoísmo y buscar el bienestar de otros por encima del nuestro. La humildad nos permite reconocer nuestros errores y buscar la reconciliación con Dios y con nuestros semejantes.
A través del ejemplo de Jesús, vemos cómo la humildad es fundamental en la vida de un seguidor de Dios. Jesús, siendo Dios mismo, se humilló a sí mismo y se convirtió en un siervo para mostrarnos el camino de la verdadera grandeza. Siguiendo su ejemplo, podemos caminar humildemente con Dios y descubrir nuestro propósito divino.
Impactando al mundo con el mensaje de Dios
Como cristianos, tenemos la importante responsabilidad de impactar al mundo con el mensaje de Dios. Dios desea que compartamos su amor y su verdad con aquellos que nos rodean, llevando esperanza y transformación a nuestras comunidades y naciones. Esta tarea puede parecer abrumadora, pero podemos confiar en el poder de Dios que obra a través de nosotros.
En el libro de Marcos, Jesús nos da una clara misión al decir: «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Esta es la Gran Comisión que Jesús les dio a sus discípulos y que aplica a todos los creyentes. Dios quiere que seamos sus embajadores en este mundo, compartiendo el mensaje de salvación a todos aquellos que aún no lo han escuchado.
Para impactar al mundo con el mensaje de Dios, debemos prestar atención a nuestro testimonio personal. Nuestras palabras y acciones deben reflejar la gracia y el amor de Dios, atrayendo a otros a buscar una relación con Él. Además, debemos estar dispuestos a compartir abiertamente nuestra fe y las razones por las que creemos en Jesús como Salvador. Esto implica superar el miedo al rechazo o la crítica, confiando en que Dios obrará en los corazones de las personas a través de nuestro testimonio.
Haciendo discípulos y compartiendo el evangelio
Una forma efectiva de impactar al mundo con el mensaje de Dios es haciendo discípulos y compartiendo el evangelio. Esto implica no solo llevar a las personas a la fe en Jesús, sino también acompañarlas en su crecimiento espiritual y ayudarlas a desarrollar una relación personal con Dios.
Como discípulos de Cristo, tenemos la responsabilidad de enseñar a otros lo que hemos aprendido. Esto puede tomar diferentes formas, como enseñar en una iglesia, liderar un grupo de estudio bíblico o impartir mentoría a personas más jóvenes en la fe. Al invertir en la vida de otros y compartir nuestra fe, estamos participando activamente en la obra de Dios en el mundo.
Compartir el evangelio también puede llevarse a cabo en nuestras interacciones diarias. Cada oportunidad de conversación puede ser una puerta abierta para compartir la esperanza y el amor de Cristo. Ya sea invitando a alguien a la iglesia, ofreciendo una palabra de ánimo o compartiendo una experiencia personal con Dios, podemos marcar la diferencia en la vida de las personas. Cada vez que compartimos el evangelio, estamos siguiendo el mandato de Dios y colaborando con Él en su misión redentora.
Enfocándonos en nuestra identidad en Cristo
A medida que buscamos qué quiere Dios que hagamos, es esencial que nos enfoquemos en nuestra identidad en Cristo. En Cristo, encontramos nuestra verdadera identidad y propósito. Somos amados, aceptados y redimidos hijos de Dios, llamados a vivir una vida plena y significativa.
Nuestra identidad en Cristo nos da una base sólida en la cual pararnos mientras enfrentamos los desafíos y las decisiones de la vida. A través de nuestra relación con Él, descubrimos que somos más que nuestras circunstancias o logros. Somos hijos de Dios con un propósito divino. Al comprender y abrazar nuestra identidad en Cristo, podemos vivir con confianza y valor, sabiendo que Dios tiene un plan y un propósito para nuestras vidas.
Estudiando las Escrituras para conocer la voluntad de Dios
Finalmente, para saber qué quiere Dios que hagamos, debemos estudiar las Escrituras. La Biblia es la Palabra de Dios y en ella encontramos su voluntad y dirección para nuestras vidas. A través de la lectura y el estudio de las Escrituras, podemos conocer el carácter de Dios, sus promesas y sus mandamientos.
Al estudiar las Escrituras, es importante hacerlo con un corazón abierto y dispuesto a ser transformado por la Palabra de Dios. Podemos utilizar herramientas como comentarios bíblicos, diccionarios y concordancias para profundizar en nuestro entendimiento de las enseñanzas bíblicas. Además, es valioso buscar la guía del Espíritu Santo, quien nos ayudará a interpretar y aplicar las verdades encontradas en la Biblia.
A medida que estudiamos las Escrituras, encontramos principios y enseñanzas que nos guían en nuestra toma de decisiones y nos muestran el camino que Dios quiere que sigamos. La Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies y una luz para nuestro camino (Salmos 119:105). Nos muestra lo que es bueno y agradable a los ojos de Dios y nos capacita para vivir una vida según su voluntad.
Conclusión
Descubrir qué quiere Dios que hagamos es una búsqueda constante en nuestras vidas. A través de la aceptación de la salvación ofrecida por Dios a través de Jesús, podemos comenzar este viaje de descubrimiento. Con el paso del tiempo, crecemos en nuestra relación con Dios, actuando con justicia, amando la misericordia y caminando humildemente a su lado. Impactamos al mundo con el mensaje de Dios al hacer discípulos y compartir el evangelio, al mismo tiempo que nos enfocamos en nuestra identidad en Cristo y estudiamos las Escrituras para conocer la voluntad de Dios.
Qué emoción es saber que tenemos a un Dios amoroso y misericordioso que desea llevarnos a vivir una vida llena de propósito y significado. A medida que nos entregamos a Él y buscamos su guía, encontraremos la dirección divina en cada paso que damos. Entonces, la pregunta «¿Qué quiere Dios que haga?» será respondida con claridad y certeza, y podremos caminar en el centro de su voluntad.