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El concepto de «ser tú mismo» es algo que se discute y se interpreta de diferentes maneras. Para algunas personas, ser uno mismo significa actuar impulsivamente y sin restricciones, sin importar si eso está de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, para los que siguen a Jesucristo, ser uno mismo implica ser auténticos y actuar de acuerdo con la identidad que tenemos en Él. Nuestra identidad como hijos de Dios está firmemente arraigada en la persona de Jesús y debemos vivir de acuerdo con esa verdad.
Ser auténtico en Cristo
La autenticidad es un valor muy apreciado en la sociedad actual. Muchas personas anhelan ser auténticas y ser aceptadas tal como son. Pero, ¿qué nos dice la Biblia sobre ser auténticos en Cristo? La verdad es que nuestra verdadera autenticidad surge cuando vivimos de acuerdo con nuestra identidad en Jesús.
La palabra de Dios nos enseña que al creer en Jesús, somos considerados hijos de Dios (Juan 1:12). Esto significa que nuestra identidad se encuentra en Él. Somos amados, perdonados y redimidos por la gracia de Dios. Como hijos de Dios, tenemos acceso a todas las bendiciones y promesas que Él nos ha dado. Esto incluye vivir una vida auténtica y plena en comunión con Dios.
Entonces, ¿qué significa ser auténtico en Cristo? Significa vivir de acuerdo con los valores y principios que Jesús nos enseñó. Significa hablar la verdad en amor, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y buscar la voluntad de Dios en todas las áreas de nuestras vidas. Ser auténtico en Cristo significa reflejar el carácter de Jesús en todo lo que hacemos.
Tal vez te interesaLa bondad, fruto del Espíritu Santo – Descubre su significadoPor supuesto, ser auténtico en Cristo no significa ser perfecto. Todos cometemos errores y fallamos en diferentes momentos de nuestras vidas. La autenticidad en Cristo implica reconocer nuestras imperfecciones y pecados, arrepentirnos de ellos y buscar el perdón y la transformación que solo Jesús puede ofrecer.
Viviendo de acuerdo con nuestra identidad en Jesús
Una vez que comprendemos nuestra identidad en Jesús, debemos vivir de acuerdo con ella. Esto implica llevar nuestras vidas en consonancia con las enseñanzas de la Biblia y los principios del reino de Dios.
La Biblia nos dice que, como hijos de Dios, somos llamados a ser santos (1 Pedro 1:15-16). Esto significa que debemos esforzarnos por vivir una vida que sea honorable y agradable a los ojos de Dios. Debemos apartarnos del pecado y buscar la santidad en todas las áreas de nuestras vidas.
Además, como hijos de Dios, también somos llamados a vivir una vida de amor y servicio hacia los demás. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y a servir a los demás con humildad y sacrificio. Vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús implica buscar oportunidades para amar y servir a los demás, para ser una bendición en sus vidas.
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Cuando vivimos de acuerdo con nuestra identidad en Jesús, experimentamos paz y plenitud en nuestras vidas. Nos convertimos en testimonios vivientes del amor y la gracia de Dios. Nuestra vida se convierte en una canción de alabanza a nuestro Salvador.
Dejando atrás la naturaleza pecaminosa
Una parte importante de vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús implica dejar atrás nuestra naturaleza pecaminosa. La Biblia nos enseña que antes de conocer a Jesús, éramos esclavos del pecado y estábamos separados de Dios (Romanos 6:20). Pero mediante la obra redentora de Jesús en la cruz, hemos sido liberados del poder del pecado y hemos sido reconciliados con Dios.
La naturaleza pecaminosa se refiere a nuestros deseos y tendencias pecaminosas que nos alejan de la voluntad de Dios. Estos deseos incluyen la codicia, la ira, la envidia, la inmoralidad sexual y muchos otros. Al creer en Jesús, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y ahora tenemos el poder del Espíritu Santo para resistir y vencer las tentaciones y los deseos pecaminosos.
Dejar atrás nuestra naturaleza pecaminosa implica tomar decisiones conscientes y deliberadas para no ceder a las tentaciones. Implica ser conscientes de nuestros defectos y debilidades y pedir la ayuda del Espíritu Santo para vencerlos. También implica rodearnos de personas piadosas que nos animen y nos desafíen a vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús.
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El proceso de dejar atrás nuestra naturaleza pecaminosa puede ser difícil y desafiante, pero no estamos solos en este proceso. Tenemos el Espíritu Santo que nos guía y fortalece, y tenemos la comunidad de creyentes que nos apoya y anima en nuestro caminar con Cristo.
Transformación a través del Espíritu Santo
La transformación es un proceso continuo en la vida del creyente. No nos volvemos perfectos de la noche a la mañana, pero a medida que permitimos que el Espíritu Santo obre en nosotros, experimentamos cambios significativos en nuestras actitudes y comportamientos.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad y es quien habita en cada creyente. Él nos guía, nos enseña, nos capacita y nos transforma a medida que nos sometemos a Su dirección. Es a través de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida que somos capacitados para vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús.
El apóstol Pablo escribió sobre este proceso de transformación en Romanos 12:2: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta». La transformación comienza en nuestra mente cuando permitimos que la Palabra de Dios moldee nuestros pensamientos y creencias.
Además, la transformación también ocurre a medida que nos sometemos al Espíritu Santo y permitimos que Él trabaje en nuestras vidas. Cuando nos entregamos completamente a Dios y permitimos que Él tenga el control, Él nos capacita para vivir de acuerdo con Su voluntad y nos guía en cada paso del camino.
Ejerciendo los dones espirituales
Una parte importante de vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo implica ejercer los dones espirituales que Dios nos ha dado. La Biblia nos enseña que cada creyente ha sido dotado con dones espirituales únicos para la edificación de la iglesia y el servicio a los demás.
Los dones espirituales son habilidades y capacidades sobrenaturales que son dadas por el Espíritu Santo. Estos dones incluyen la enseñanza, la profecía, la sabiduría, la sanidad, el discernimiento de espíritus, el servicio, entre otros. Cada creyente tiene al menos un don espiritual, y es nuestro deber usarlo de manera responsable y sabia.
Cuando ejercemos nuestros dones espirituales en la iglesia, podemos edificar y animar a otros creyentes, y también podemos alcanzar a los no creyentes con el evangelio de Jesús. Es a través de nuestros dones que podemos hacer una diferencia significativa en el reino de Dios y cumplir el propósito que Él tiene para nuestras vidas.
Es importante recordar que los dones espirituales no son para nuestra propia gloria o reconocimiento, sino para la gloria de Dios y el bienestar de los demás. Cuando ejercemos nuestros dones con humildad y amor, estamos siguiendo el ejemplo de Jesús, quien vino a este mundo para servir y no para ser servido.
Edificación y servicio en la iglesia
La edificación y el servicio en la iglesia es una parte integral de vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo. Como miembros del cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros desempeña un papel importante en el crecimiento y la edificación de la iglesia.
La Biblia compara la iglesia con un cuerpo, y cada creyente es un miembro importante de ese cuerpo con dones y talentos únicos (1 Corintios 12:12-27). Al ejercer nuestros dones y servir a otros en la iglesia, estamos edificando y fortaleciendo la comunidad de creyentes.
El servicio en la iglesia va más allá de asistir a los cultos y participar en actividades. También implica cuidar y animar a los demás creyentes, estar dispuestos a ayudar en las necesidades prácticas y espirituales de los demás, y estar dispuestos a recibir ayuda y corrección cuando sea necesario.
Además, el servicio en la iglesia también incluye la participación en la adoración y la enseñanza de la Palabra de Dios. Cuando nos reunimos como iglesia para adorar a Dios y crecer en nuestro conocimiento de Él, nos edificamos mutuamente y experimentamos la presencia y el poder de Dios de una manera significativa.
Al servir y ser edificados en la iglesia, estamos viviendo de acuerdo con nuestra identidad en Cristo y cumpliendo el mandato de amar y servir a los demás como Jesús nos enseñó.
Revelación completa de nuestra identidad en la eternidad
Aunque experimentamos una revelación parcial de nuestra identidad en Cristo en esta vida, nuestra verdadera identidad como hijos de Dios será completamente revelada en la eternidad.
La Biblia nos dice que cuando Cristo regrese, seremos transformados y recibiremos cuerpos glorificados que serán libres de pecado y de todas las limitaciones y debilidades que experimentamos en esta vida (1 Corintios 15:51-53). En ese momento, seremos completamente revelados y seremos lo que Dios siempre quiso que fuéramos.
En la eternidad, seremos libres de toda tristeza, dolor y sufrimiento. Viviremos en perfecta comunión con Dios y seremos completamente conformados a la imagen de Jesús. Experimentaremos una alegría y una plenitud que está más allá de nuestra comprensión actual.
Hasta que llegue ese día, debemos vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo aquí en la tierra. Debemos permitir que el Espíritu Santo nos transforme y nos guíe en cada paso del camino. Debemos buscar la edificación y el servicio en la iglesia y vivir de acuerdo con los dones y talentos que Dios nos ha dado.
La Biblia nos dice que seremos destinados para grandes cosas en el reino de Dios. Nuestra verdadera identidad será revelada en su totalidad en la eternidad, pero hasta entonces, debemos vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús aquí en la tierra.
Conclusión
La Biblia nos enseña que ser uno mismo implica ser auténticos y vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo. Como hijos de Dios, tenemos la responsabilidad de vivir una vida auténtica y plena en comunión con Él. Esto implica dejar atrás nuestra naturaleza pecaminosa y permitir que el Espíritu Santo nos transforme a la imagen de Jesús.
Además, también debemos ejercer los dones espirituales que Dios nos ha dado y servir a otros en la iglesia. Al hacerlo, estamos edificando y fortaleciendo la comunidad de creyentes y cumpliendo el mandato de amar y servir a los demás como Jesús nos enseñó.
Finalmente, debemos recordar que nuestra verdadera identidad como hijos de Dios será completamente revelada en la eternidad. Pero mientras tanto, debemos vivir de acuerdo con nuestra identidad en Jesús aquí en la tierra y permitir que el Espíritu Santo nos guíe y nos transforme en cada paso del camino.
Que seamos animados y fortalecidos en nuestra búsqueda por vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo y que siempre recordemos que somos amados, perdonados y redimidos por la gracia de Dios.