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En nuestra vida cotidiana, es común que experimentemos situaciones en las que nos sentimos heridos o agraviados por las acciones de alguien más. Esas heridas pueden generar rencor en nuestro corazón, un resentimiento profundo y duradero que nos impide perdonar. Sin embargo, la Biblia nos enseña que el rencor no es el camino que debemos seguir. Nos exhorta a amar a nuestro prójimo, dejar la venganza en manos de Dios y perdonar a quienes nos han agraviado. En este artículo exploraremos lo que dice la Biblia sobre el rencor y cómo podemos liberarnos de él a través del perdón.
El rencor como negativa a perdonar
Cuando guardamos rencor en nuestro corazón, estamos diciendo no al perdón. Nos aferramos al dolor y al resentimiento, y nos negamos a liberarnos de esa carga emocional. La Biblia nos enseña que el rencor es un obstáculo para nuestra relación con Dios y con los demás. No podemos amar a nuestro prójimo como Dios nos ha llamado a hacerlo si estamos llenos de rencor y amargura.
El mandato bíblico de amar a nuestro prójimo
La Biblia es clara en cuanto al mandato de amar a nuestro prójimo. En el libro de Levítico, capítulo 19, versículo 18, dice: «No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo». Este mandato es reafirmado por Jesús en el Nuevo Testamento, cuando dijo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39). Amar a nuestro prójimo implica perdonar y dejar de lado cualquier sentimiento de rencor que podamos tener hacia ellos.
Dejar la venganza en manos de Dios
Cuando somos agraviados, nuestra tendencia natural es buscar venganza. Queremos hacer pagar a la otra persona por el daño que nos han causado. Sin embargo, la Biblia nos enseña que la venganza no nos corresponde a nosotros, sino a Dios. En el libro de Romanos, capítulo 12, versículo 19, dice: «No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios». Debemos confiar en que Dios es justo y que hará justicia en su momento. Nuestra tarea es perdonar y dejar la venganza en manos de Dios.
El perdón como liberación del control del pecado
Cuando perdonamos a alguien, no estamos excusando o justificando su pecado. El perdón no significa que lo que la otra persona hizo está bien. Más bien, es un acto de liberación para nosotros mismos. Al perdonar, nos liberamos del control que el pecado del otro tiene sobre nosotros. El rencor nos mantiene atados a la persona y al dolor que nos causó, impidiéndonos avanzar y experimentar la paz que Dios desea para nosotros. El perdón nos libera de esa carga y nos permite vivir en libertad.
El perdón como acto de confianza en Dios y reconocimiento de su autoridad
Perdonar a alguien no siempre es fácil, especialmente cuando nos han herido profundamente. Pero la Biblia nos llama a perdonar, no por nuestra propia fuerza, sino confiando en Dios y reconociendo su autoridad sobre nuestras vidas. En el libro de Efesios, capítulo 4, versículo 32, dice: «Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo». Al perdonar, estamos siguiendo el ejemplo de Dios, quien nos ha perdonado a nosotros a través de Jesucristo.
Diferencia entre perdón y reconciliación
Es importante entender la diferencia entre perdón y reconciliación. Perdonar a alguien significa liberarlo de la deuda que tenemos hacia él y dejar de alimentar sentimientos de rencor. La reconciliación, por otro lado, implica restaurar la relación con la persona que nos ha herido. La reconciliación requiere arrepentimiento y confianza en el ofensor, y puede no ser posible en todas las circunstancias. A veces, incluso cuando perdonamos a alguien, la reconciliación puede no ser posible debido a la falta de arrepentimiento o a la presencia de situaciones dañinas. En esos casos, nuestro deber sigue siendo perdonar, pero también debemos establecer límites saludables para protegernos a nosotros mismos.
La reconciliación como arrepentimiento y confianza en el ofensor
Cuando hablamos de reconciliación, nos referimos a la restauración de la relación con la persona que nos ha herido. Esto implica que el ofensor reconozca su error, se arrepienta sinceramente y demuestre un cambio de actitud y comportamiento. La reconciliación también requiere que nosotros confiemos en la persona y creamos que es posible reconstruir la relación de manera saludable. Sin embargo, es importante notar que la reconciliación no siempre es posible o recomendable en todas las situaciones. En algunos casos, es mejor mantener una distancia saludable y establecer límites para protegernos a nosotros mismos.
No buscar venganza, sino cooperar con Dios en el perdón
Cuando perdonamos a alguien, no debemos buscar venganza ni tratar de hacerle daño. Nuestra tarea es cooperar con Dios en el proceso de perdón. Esto implica dejar a un lado cualquier deseo de venganza y confiar en que Dios hará justicia en su momento. En el libro de Proverbios, capítulo 20, versículo 22, dice: «No digas: Yo pagaré mal por mal; espera en Jehová, y él te salvará». Buscar venganza sólo nos hace daño a nosotros mismos y nos impide experimentar la paz que Dios desea para nosotros.
Perdonar como Dios nos ha perdonado
La Biblia nos llama a perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros. En el libro de Colosenses, capítulo 3, versículo 13, dice: «Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro; de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros». Dios nos ha perdonado en Cristo a pesar de nuestros pecados y fallas. Él nos ha dado un ejemplo perfecto de perdón y nos llama a seguir su ejemplo. Al perdonar a los demás, estamos reflejando el amor de Dios y siendo obedientes a Su Palabra.
Conclusión
La Biblia nos enseña que el rencor es la negativa a perdonar y nos impide amar a nuestro prójimo como Dios nos ha llamado a hacerlo. Debemos dejar la venganza en manos de Dios y confiar en que Él hará justicia en su momento. Al perdonar, nos liberamos del control del pecado y reconocemos la autoridad de Dios sobre nuestras vidas. Es importante entender la diferencia entre perdón y reconciliación, y establecer límites saludables cuando la reconciliación no es posible. No debemos buscar venganza, sino cooperar con Dios en el proceso de perdón. Y, finalmente, debemos perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros.