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En la Biblia, el término «sojourner», que en español significa peregrino o extranjero, aparece en varios pasajes y se refiere a aquellos que están de paso en un lugar, que no tienen una residencia permanente. En el contexto bíblico, este término se utiliza principalmente para describir la condición espiritual del creyente en relación con el mundo temporal y terrenal. El peregrino es aquel que no se aferra a las cosas materiales y que vive con la mirada puesta en la ciudad celestial. En este artículo, exploraremos el significado de «sojourner» en la Biblia y su relevancia para la vida de todo creyente.
El término «peregrino» en la Escritura
En el Antiguo Testamento, encontramos varias referencias al término «peregrino» o «sojourner». En el libro de Éxodo, por ejemplo, se hace mención a los israelitas como peregrinos en el desierto durante su éxodo de Egipto hacia la Tierra Prometida. Este período de peregrinaje en el desierto fue una prueba de fe y una oportunidad para que el pueblo de Israel confiara en Dios y no se aferrara a las riquezas terrenales.
Más adelante, en el libro de Génesis, vemos a Abraham como un peregrino en Egipto. Aunque se le ofrecieron tierras y posesiones en ese lugar, Abraham optó por vivir como extranjero, manteniendo su mirada puesta en la promesa de Dios de darle una tierra propia. Esto ejemplifica la actitud de un creyente como peregrino, alguien que no se aferra a las cosas terrenales, sino que busca la voluntad de Dios y su ciudadanía celestial.
Ejemplos de peregrinos en la Biblia
La Biblia está llena de ejemplos de personas que vivieron como peregrinos, recordándonos a nosotros, como creyentes, que nuestra verdadera identidad está en Cristo y nuestro verdadero hogar está en el cielo. Uno de los ejemplos más destacados es el de Abraham, quien fue llamado por Dios para dejar su tierra natal y dirigirse a un lugar que Dios le mostraría. A lo largo de su vida, Abraham vivió en tiendas de campaña, sin tener una residencia permanente, demostrando así su fe y confianza en Dios como su único sustentador y protector.
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Además de Abraham, encontramos a Moisés, quien lideró al pueblo de Israel en su peregrinaje por el desierto durante cuarenta años. Durante ese tiempo, la presencia de Dios fue su guía y sustento, y la promesa de la Tierra Prometida los animó a seguir adelante aun en medio de las dificultades. Su ejemplo nos recuerda que como peregrinos en este mundo, debemos confiar en el Señor y seguir su guía, sabiendo que nuestro destino final es la presencia de Dios en los cielos.
La actitud del creyente como peregrino
Como creyentes, somos llamados a vivir en este mundo como peregrinos, teniendo una actitud de desapego de las cosas terrenales y una expectativa constante de nuestro hogar celestial. Esto implica no aferrarnos a las posesiones materiales, ya que sabemos que son temporales y perecederas. En cambio, debemos buscar en primer lugar el Reino de Dios y su justicia, confiando en que él proveerá para nuestras necesidades.
En Mateo 6:19-21, Jesús nos exhorta a no acumular tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, sino a acumular tesoros en el cielo, donde nada puede dañarlos ni destruirlos. Esto no significa que debamos renunciar a todas nuestras posesiones, sino que debemos reconocer que nuestra verdadera riqueza y seguridad se encuentran en Cristo y no en las cosas materiales.
No aferrarse a las cosas terrenales
Uno de los peligros de no vivir como peregrinos en este mundo es el aferramiento a las cosas terrenales. En lugar de confiar en Dios como nuestro proveedor y protector, podemos buscar la seguridad en nuestras posesiones materiales. Sin embargo, la Biblia nos advierte de los peligros de poner nuestra confianza en las riquezas y de aferrarnos a ellas.
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En 1 Timoteo 6:17, el apóstol Pablo nos advierte que no pongamos nuestra esperanza en las riquezas, sino en Dios, quien nos provee de todo en abundancia. También nos insta a ser generosos y a compartir nuestras posesiones con los demás, reconociendo que todo lo que tenemos es un regalo de Dios. Al vivir como peregrinos, estamos dispuestos a desprendernos de las cosas terrenales y a confiar en Dios como nuestro único sustentador.
Recordar nuestra ciudadanía celestial
A medida que vivimos como peregrinos en este mundo, es importante recordar nuestra verdadera ciudadanía celestial. Como creyentes, somos ciudadanos del reino de Dios y estamos llamados a vivir de acuerdo con los valores y principios del cielo. Esta ciudadanía celestial trasciende las fronteras terrenales y nos une a todos los creyentes alrededor del mundo.
En Filipenses 3:20, el apóstol Pablo nos recuerda que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Señor Jesucristo como Salvador y redentor. Esta verdad nos motiva a vivir de acuerdo con nuestra identidad como ciudadanos del reino de Dios, buscando su gloria en todas nuestras acciones y decisiones.
Vivir con las maletas listas
Vivir como peregrinos implica también estar dispuestos a moverse según la guía de Dios. Así como Abraham dejó su tierra natal y Moisés condujo al pueblo de Israel en un peregrinaje por el desierto, nosotros también debemos estar dispuestos a dejar todo por amor a Cristo y seguir su liderazgo en nuestras vidas.
Tal vez te interesa¿Qué significaba la columna de nube y fuego en el éxodo?Esto implica estar dispuestos a dejar atrás nuestros planes y sueños, confiando en que Dios tiene un propósito mayor para nosotros. Significa renunciar a nuestra comodidad y seguridad terrenal, sabiendo que la verdadera plenitud y satisfacción se encuentran en seguir a Cristo. Al vivir con las maletas listas, estamos abiertos y disponibles para hacer la voluntad de Dios, sin importar a dónde nos lleve.
Dispuestos a moverse según la guía de Dios
Como peregrinos en este mundo, debemos estar dispuestos a movernos según la guía de Dios. Esto implica escuchar su voz a través de la oración y la lectura de la Palabra, y estar atentos a las señales y confirmaciones que él nos da. A veces, eso puede significar dar un paso de fe y hacer un cambio radical en nuestras vidas, como dejar un trabajo o mudarnos a otro lugar.
Abraham es un ejemplo de alguien que estuvo dispuesto a moverse según la guía de Dios. Aunque le costó dejar su tierra natal y caminar hacia lo desconocido, demostró su fe al confiar en la dirección de Dios. Y Dios lo bendijo abundantemente por su obediencia y fe.
Ansiosos por regresar a nuestro hogar celestial
Aunque vivimos como peregrinos en este mundo, nuestra esperanza y anhelo más profundo es regresar a nuestro hogar celestial. Como creyentes, sabemos que esta vida terrenal es solo temporal y que nuestro destino final está en la presencia de Dios en los cielos.
En Juan 14:2-3, Jesús dice: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.» Esta promesa de Jesús nos asegura que un día estaremos con él en su reino eterno, donde ya no seremos peregrinos, sino ciudadanos permanentes.
Vivir como peregrinos en este mundo implica no aferrarse a las cosas terrenales, recordar nuestra ciudadanía celestial y vivir con las maletas listas, dispuestos a movernos según la guía de Dios. Debemos ser ansiosos por regresar a nuestro hogar celestial, confiando en que Dios nos llevará de regreso a través de la obra redentora de Cristo. Como peregrinos, debemos vivir con una actitud de desapego de las cosas terrenales y una expectativa constante de nuestro hogar celestial. Que esta verdad nos inspire a vivir una vida que refleje nuestra verdadera identidad como hijos de Dios y ciudadanos del reino de los cielos.