El enfoque bíblico sobre compartir: ¿Qué dice Dios al respecto?

En la sociedad actual, el acto de compartir a menudo se pasa por alto en medio de la competencia y el individualismo. Sin embargo, la Biblia nos enseña que compartir es una práctica fundamental en la vida de un creyente. A lo largo de las Escrituras, encontramos numerosas referencias y enseñanzas sobre el compartir y su importancia en la vida cristiana. En este artículo, exploraremos el enfoque bíblico sobre compartir y lo que Dios nos dice al respecto.

¿Qué dice la Biblia sobre compartir?

La Biblia es clara en cuanto a la importancia del compartir en la vida de un creyente. En el libro de Lucas, Jesús nos enseña sobre la necesidad de compartir con los demás: «Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes» (Lucas 6:38). Esto nos muestra que cuando compartimos, no solo bendecimos a los demás, sino que también somos bendecidos en abundancia por Dios.

Además, el apóstol Pablo nos exhorta en la carta a los Filipenses a compartir lo que tenemos: «Háganse de una misma actitud y ámense los unos a los otros con amor fraternal, desechando de veras el odio hiriente y el mal, sino, sean amigables, colaboren juntos y compartan» (Filipenses 2:2-3). Aquí vemos que compartir no solo implica dar, sino también trabajar juntos en armonía y amor fraternal.

El ejemplo de la Iglesia primitiva en cuanto al compartir

Un ejemplo poderoso de compartir se encuentra en la Iglesia primitiva descrita en el libro de Hechos. La comunidad de creyentes vendía sus posesiones y compartía todo en común para asegurarse de que no hubiera ninguna necesidad entre ellos. «Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus propiedades y posesiones, y lo repartían todo según la necesidad de cada uno» (Hechos 2:44-45).

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Este ejemplo nos muestra la radicalidad del compartir en la Iglesia primitiva. No solo compartieron sus posesiones, sino que también compartieron su vida juntos, se cuidaron mutuamente y no dejaron que nadie pasara por necesidad. Este nivel de compromiso y generosidad es un desafío para todos los creyentes hoy en día.

Compartir como un acto de fe genuina

Compartir no es simplemente una práctica altruista, sino que también es un acto de fe genuina. Al compartir, estamos demostrando nuestra confianza en Dios y su provisión. La Biblia nos anima a confiar en el Señor y a confiar en su promesa de proveer para nuestras necesidades.

En el libro de Proverbios, encontramos estas palabras de sabiduría: «Honra al Señor con tus riquezas y con las primicias de todos tus ingresos; entonces, tus graneros se llenarán a rebosar, y tus depósitos se desbordarán de vino nuevo» (Proverbios 3:9-10). Al compartir nuestras riquezas y recursos con los demás, estamos honrando al Señor y confiando en él para proveer para todas nuestras necesidades.

Compartir nuestras posesiones terrenales con perspectiva eterna

La Biblia nos enseña que nuestras posesiones y riquezas terrenales son temporales y no tienen valor eterno. En lugar de aferrarnos a ellas, se nos anima a compartir y usar nuestras posesiones para bendición de los demás y para el avance del Reino de Dios.

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En el libro de 1 Timoteo, el apóstol Pablo nos instruye diciendo: «Manda a los ricos de este mundo que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, quien nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras y generosos, dispuestos a compartir» (1 Timoteo 6:17-18). Aquí vemos que compartir nuestras riquezas es un reflejo de nuestra confianza en Dios como nuestro verdadero proveedor.

Compartir como una forma de humildad y liberación del amor al dinero

El acto de compartir también nos ayuda a cultivar la humildad y a liberarnos del amor al dinero y a las posesiones. La Biblia nos advierte sobre los peligros de amar el dinero y nos enseña a buscar primero el Reino de Dios y su justicia.

En el libro de 1 Juan, encontramos esta advertencia: «No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo – los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida – no viene del Padre sino del mundo» (1 Juan 2:15-16). Compartir nos ayuda a desapegarnos de las posesiones terrenales y a centrarnos en las cosas eternas, cultivando así una actitud de humildad y gratitud.

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