La enseñanza bíblica sobre la bestialidad es clara y contundente. La Biblia condena de manera enfática cualquier relación sexual entre seres humanos y animales, considerándola como una perversión y una desviación sexual. A lo largo de sus escritos, se encuentran múltiples pasajes que prohíben este tipo de conducta y establecen severas penalidades para quienes la practiquen. En este artículo, exploraremos la visión bíblica sobre la bestialidad, analizando los pasajes que la condenan, la pena establecida para los infractores y la posición del Nuevo Testamento al respecto. Además, examinaremos cómo se incluye la bestialidad dentro de las prohibiciones más amplias de inmoralidad sexual. Vamos a sumergirnos en este tema controvertido y examine qué dice realmente la Biblia sobre la bestialidad.
Los pasajes que prohíben la bestialidad
La Biblia prohíbe la bestialidad en diferentes pasajes, dejando en claro que es una conducta inaceptable ante los ojos de Dios. Uno de los pasajes más claros se encuentra en el libro de Levítico, en el Antiguo Testamento. En Levítico 18:23, se establece: «No te envilecerás con ninguna de estas cosas; pues en todas estas cosas se han envilecido las naciones que yo echo de delante de vosotros» (RVR1960). Este versículo prohíbe las relaciones sexuales con animales, marcando una clara distinción entre el pueblo de Dios y las prácticas inmorales de las naciones circundantes.
Otro pasaje importante se encuentra en Levítico 20:15-16, donde se establece la pena de muerte para los que tengan relaciones sexuales con animales. Dice así: «Y el que se acostare con bestia, ciertamente morirá; y mataréis a la bestia. Y si una mujer se acercare a alguna bestia para ayuntarse con ella, matarás a la mujer y a la bestia; morirán, indefectiblemente morirán; su sangre será sobre ellos» (RVR1960). Estos versículos dejan en claro que la bestialidad es un pecado de gravedad extrema, con consecuencias mortales tanto para el individuo como para el animal involucrado.
Además de estos pasajes en el libro de Levítico, encontramos en Deuteronomio 27:21 otra prohibición explícita de la bestialidad. Dice así: «Maldito el que se acostare con alguna bestia. Y dirá todo el pueblo: Amén» (RVR1960). Esta maldición pronunciada por el pueblo de Dios es una afirmación rotunda de la desaprobación divina hacia la bestialidad y la seriedad con la que se toma este comportamiento abominable.
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La bestialidad se considera una ofensa tan grave que la pena establecida en la Biblia para quienes la practican es la muerte. Este castigo tan severo muestra la severidad de la condena divina hacia esta práctica. Según Levítico 20:15-16, tanto el individuo como el animal involucrado son condenados a muerte. Aunque esta pena puede parecer extrema en nuestros tiempos, es importante recordar que las leyes y normas establecidas en la Biblia fueron dadas en un contexto específico y bajo una antigua alianza entre Dios y el pueblo de Israel.
La gravedad de la pena por la bestialidad enfatiza la seriedad con la que se toma este pecado en la enseñanza bíblica. Dios busca mantener una sociedad basada en principios morales y valores que promuevan el bienestar de sus seguidores y la armonía dentro de sus comunidades. La bestialidad, al ser una práctica contraria a la naturaleza y a la dignidad humana, es considerada como una transgresión que afecta negativamente estos principios.
La bestialidad como perversión y desviación sexual
En la enseñanza bíblica, la bestialidad se considera una perversión y una desviación sexual. En el libro de Levítico, se encuentra una lista extensa de prohibiciones sexuales, entre las cuales se incluye la bestialidad. Estas prohibiciones, conocidas como las leyes de pureza sexual, tenían como objetivo mantener la santidad y la salud moral del pueblo de Dios.
La bestialidad va en contra de la naturaleza misma de la sexualidad humana, que tiene como propósito principal establecer una unión íntima y amorosa entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio. El acto sexual entre un ser humano y un animal es una violación de esta finalidad divinamente prescrita para la sexualidad.
Tal vez te interesaLa eutanasia en la Biblia: Reflexiones sobre el fin de la vidaAdemás, la bestialidad también es considerada una desviación sexual porque involucra una atracción y gratificación sexual hacia un ser no humano. La sexualidad es un don maravilloso dado por Dios para ser disfrutado dentro de los límites adecuados establecidos en su Palabra. La bestialidad, al ir en contra de estos límites, distorsiona y pervierte el orden y la intención divina para la sexualidad humana.
La negación de la singularidad humana en la bestialidad
La bestialidad niega la singularidad de la humanidad creada a imagen y semejanza de Dios. La Biblia enseña que los seres humanos tienen una posición privilegiada y única dentro de la creación, siendo los únicos seres capaces de relacionarse con Dios de manera consciente y libre.
La bestialidad, al involucrar a un ser humano en una relación sexual con un animal, degrada y devalúa la dignidad y singularidad de la humanidad. En lugar de reconocer y valorar la trascendencia y la nobleza de la imagen de Dios en cada individuo, la bestialidad reduce al ser humano a un nivel de igualdad con los animales, negando así su posición especial y su propósito divino.
La Biblia es clara en afirmar que los seres humanos no deben confundir su identidad y su propósito con los de otras criaturas. Somos llamados a vivir de acuerdo con la singularidad y la dignidad que Dios nos ha conferido, y la bestialidad es una violación directa de este llamado.
Tal vez te interesaLa fe sin obras está muerta: explicación y reflexionesLa posición del Nuevo Testamento sobre la bestialidad
Aunque el Nuevo Testamento no menciona específicamente la bestialidad, se puede inferir que se encuentra dentro del ámbito de las prohibiciones generales de inmoralidad sexual presentes en los escritos neotestamentarios. La enseñanza de Jesús y de los apóstoles resalta la importancia de vivir una vida moralmente pura, alejada de toda forma de pecado sexual.
Por ejemplo, en Efesios 5:3, el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a evitar «toda inmoralidad sexual y toda impureza» (NVI). Esta declaración general incluye implícitamente la bestialidad, ya que esta práctica entra dentro de la categoría amplia de la inmoralidad sexual.
Además, en Romanos 1:24-27, Pablo condena enérgicamente las relaciones sexuales antinaturales y perversas, incluyendo las prácticas homosexuales. Aunque no se menciona específicamente la bestialidad, la enseñanza de Pablo sobre los límites y las distorsiones de la sexualidad humana deja claro que la bestialidad sería considerada también una violación de esos límites y una perversión de la sexualidad.
La inclusión de la bestialidad en las prohibiciones de inmoralidad sexual
La bestialidad se incluye dentro de las prohibiciones de inmoralidad sexual presentes en la Biblia. A lo largo de sus escritos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se establecen límites claros y elevados para la conducta sexual humana. Estos límites buscan proteger la santidad y la integridad de la sexualidad, promoviendo relaciones saludables y fructíferas.
La bestialidad viola estos límites y se considera una forma extrema de inmoralidad sexual. Al igual que el adulterio, la fornicación, la prostitución y otras prácticas sexuales prohibidas, la bestialidad distorsiona y pervierte la intención divina para la sexualidad humana, buscando gratificaciones fuera de los límites establecidos.
La enseñanza bíblica sobre la bestialidad es clara y contundente. La Biblia condena esta práctica como una perversión y una desviación sexual, estableciendo severas penalidades para quienes la practican. La bestialidad niega la singularidad humana y viola los límites y la intención divina para la sexualidad. Aunque el Nuevo Testamento no menciona específicamente la bestialidad, se incluye dentro de las prohibiciones generales de inmoralidad sexual. Es importante que como creyentes en la Palabra de Dios, reconozcamos la gravedad y la seriedad de la bestialidad, evitando cualquier forma de inmoralidad sexual y viviendo una vida que honre a Dios en todas nuestras relaciones y acciones.